13 mai 2018 – Conferencia « Fray María-José Lagrange, la santidad de la inteligencia de la fe en Jesucristo », por fray Manuel Rivero O.P. doctor en teología, presidente de la asociación de los amigos del padre Lagrange.

P. Lagrange-Le Rosaire est un résumé de l'Évangile - copie

Conferencia

« Fray María-José Lagrange, la santidad de la inteligencia de la fe en Jesucristo »,

por fray Manuel Rivero O.P. doctor en teología, presidente de la asociación de los amigos del padre Lagrange.

 

Aula magna. Facultad de teología. Convento de San Esteban. Salamanca, 14 de mayo 2018. 20h.

 

Introducción

A Dios le gusta la polifonía. Cuando miramos la acción del Espíritu Santo en la historia de la santidad podemos constatar la diversidad de modelos de santidad. Dios es único pero los caminos que llevan a la santidad son múltiples. El poeta León Felipe escribe que cada hombre va a Dios “por un camino virginal.”

Conocemos la vida de los mártires y de los santos que consagraron su vida al servicio de los enfermos y de los pobres. Pero es más raro oír hablar de los santos que se dedicaron al servicio de la inteligencia de la fe en Jesucristo y al ministerio de la Verdad, verdadera obra de misericordia, una de las catorce obras de misericordia.

Tenemos la limosna del pan, del agua, de las medicinas y cuidados médicos, de la enseñanza escolar … Pero también tenemos la limosna de la Verdad revelada explicada con la exégesis, la teología y la espiritualidad.

El padre Lagrange ha vivido la misericordia dominicana que consiste en dar la luminosa Palabra de Dios al hombre desorientado en el error y en el pecado, precisamente como tanto le gustaba repetir “para la salvación de las almas”.

Breve biografía

Alberto Lagrange nació en Bourg-en-Bresse (Francia) el 7 de marzo de 1855, fiesta en aquél entonces de Santo Tomás de Aquino. El Doctor Angélico será la luz de su vida de exégeta y en Jerusalén fundará una Escuela de teología tomista para formar a los frailes dominicos jóvenes en armonía con la Escuela bíblica. María Isabel, su madre, ejercerá con sus consejos exigentes y exhortaciones una gran influencia en la espiritualidad de su hijo que vio en ella una madre de misericordia con los pobres y ferviente devota de la Virgen Inmaculada, venerada en Lyon, y que se convertirá en la patrona de la Escuela bíblica. La infancia de Alberto Lagrange anuncia y explica la obra del científico de la Biblia. La madurez del Padre Lagrange hará comprender la importancia de la formación cristiana recibida en la familia, matriz en donde se forjan las vocaciones de predicador “verbo et exemplo” como en el caso de Santo Domingo.

Claude-Pierre (Claudio-Pedro) Lagrange, su padre, era notario en Bourg-en-Bresse, y transmitió a su hijo el sentido del deber, del trabajo bien hecho y del amor a Dios y a la patria. Más tarde, en Jerusalén, el padre Lagrange quiso siempre que la Escuela bíblica fuese y siguiera siendo francesa.

Albert Falsan, tío materno y padrino de bautismo de Albert Lagrange, inició a su ahijado en la geología estudiando los estratos geológicos con martillo en mano. Pedagogía práctica que aparecerá en la Escuela práctica de los estudios bíblicos de Jerusalén con las investigaciones sobre los estratos de la historia de los textos revelados.

Estudió en le seminario menor de Autun que le proporcionó una buena educación escolar y cristiana. Allí aprendió el latín y el griego. Conocía el Evangelio según san Lucas de memoria en griego a los trece años. En París estudió derecho y obtuvo el doctorado. Posteriormente pasó un año en el seminario de Issy-les-Moulineaux con los padres de San Sulpicio, verdadera iniciación a la filosofía de Santo Tomás de Aquino. El 6 de octubre de 1879 recibió el hábito de Santo Domingo en el convento de Saint-Maximin (Var. Francia) que alberga según la tradición de la Provenza a las reliquias de Santa María Magdalena. El prior provincial, fray Jacinto-María Cormier, le ciñó con su propio cinturón, regalo fraterno, del que sería Maestro de la Orden de predicadores. El santo Papa Juan-Pablo II le beatificó en 1994.

Apenas acabado el noviciado y hechos sus votos simples, fray Marie-Joseph Lagrange, con su nuevo nombre en religión, tuvo que dejar a finales del mes de octubre de 1880 el convento e incluso el país con todos los otros dominicos de la provincia de Toulouse a causa de las leyes anti-religiosas del gobierno que expulsó las Congregaciones religiosas.

Estuvo en Salamanca de 1880 a 1886. Fue ordenado sacerdote en Zamora el día 22 de diciembre de 1883. Volvió a Toulouse como profesor en 1886. En 1888, su provincial le envió a Viena para estudiar las lenguas y las civilizaciones orientales : hebreo, arameo, árabe, egipcio …

El 15 de noviembre de 1890, en la fiesta de su santo patrono de bautismo, San Alberto Magno, fundó la Escuela bíblica de Jerusalén con una gran pobreza de medios materiales e intelectuales. La palabra clave de su discurso inaugural, visión profética, fue “progreso en el conocimiento de la Verdad” : “Dios ha dado en la Biblia un campo infinito de progreso en el conocimiento de la Verdad.” Dos años más tarde, en 1892, fundó la Revue biblique. Pasó cuarenta y cinco años en Jerusalén investigando y enseñando exégesis bíblica.

Sus alumnos veían en él un hombre completo y unificado por una vida de oración intensa : unión de la fe y de la ciencia, del espíritu crítico y del espíritu sobrenatural. Le gustaba decir que la historia se hace con documentos y monumentos. Estudió arqueología, topografía y epigrafía.

En 1935 por razones de salud, volvió al convento de Saint-Maximin, “al redil en el había sido cordero” citando la expresión de Dante. Durante tres años tuvo una gran influencia en los frailes dominicos jóvenes y en la universidad de Aix-en-Provence y de Montpellier.

Pasó de este mundo al Padre el día 10 de marzo de 1938 a sus 83 años de edad. Sus restos mortales fueron trasladados a la basílica de San Esteban de Jerusalén en 1967.

El padre Lagrange en Salamanca

El 30 de octubre de 1880, los dominicos de la provincia de Toulouse fueron obligados por la ley francesa que expulsaba a los religiosos a dejar el real convento de Saint-Maximin (Var) para refugiarse en Salamanca. El 1 de noviembre celebraron la misa en la basílica de la Inmaculada Concepción de Lourdes. El 2 de noviembre fueron acogidos en el gran seminario de Bayona  donde cantaron misa con los fieles vascos y del Bearne. Llegaron a Salamanca el día 4 de noviembre en un mañana fría de otoño.

Allí fueron acogidos por los frailes dominicos de la provincia de España en el famoso convento de San Esteban, en la que enseñaron las figuras de la teología de siglo XVI : Vitoria, fundador del derecho internacional, Medina, Bañez, Soto …

Al padre Lagrange le gustaba narrar su propia experiencia interpretando la historia de su vida y de su familia como lo hizo con la Biblia. Estuvo en Salamanca seis años, de 1880 a 1886. Su vida espiritual, académica y apostólica en Salamanca aparece descrita por él mismo en su Diario[1] y en un artículo publicado en Saint-Maximin al final de su vida[2].

La situación religiosa de España en esa época no tiene nada que ver con las etiquetas que se suele poner a menudo : “católica, apostólica y romana.” La guerra de 1833 a 1840 había dañado fuertemente a las Ordenes religiosas. En 1835 tuvo lugar la Exclaustración que suprimió las órdenes religosas y en los años 1836-1837 con la desamortización de Mendizábal se incautaron sus bienes. Con el gobierno del rey Alfonso XII de 1874 a 1885, los religiosos emprendieron su reconstrucción después de haber vivido aislados en las zonas rurales. Los dominicos españoles que acogieron a la provincia dominicana de Toulouse eran poco numerosos y mayores. El convento estaba prácticamente en ruinas. La armonía reinó entre las dos comunidades que compartían la misma iglesia para las misas, la predicación y las confesiones. Sin embargo, los frailes de la provincia de Toulouse, que formaban una comunidad diferenciada con su propio gobierno, se ocupaban del oficio coral.

El padre Lagrange estudia la teología y sobre todo a Santo Tomás de Aquino. También sigue las clases de lengua hebrea[3] en la universidad de Salamanca con fray Justo Cuervo, que se convertirá en un gran historiador. En ese mismo tiempo encontró también al místico padre Arintero.

Alba de Tormes con las reliquias de Santa Teresa de Ávila atraía al padre Lagrange que iba en peregrinación a pie, unos veinte kilómetros, para conversar con la “Madre” que le enseñó la mística y el modo de orar íntimamente con Dios teniendo en cuenta la santa humanidad de Jesús. La reformadora del Carmelo le acompañará con su intercesión a lo largo de su vida; por ejemplo, fue el capítulo general de Ávila el que pidió la apertura de su proceso de beatificación en 1986.

El Diario espiritual del fraile Lagrange, estudiante de teología, manifiesta un gran fervor y deseos de santidad. La Virgen María y San José ocupan un lugar privilegiado en su alma y en las páginas de este diario encabezadas por un solemne y cotidiano “Ave María”, signo de la presencia de la Madre de Dios en la mente y en el corazón del futuro fundador de la Escuela bíblica. Por defender  en clase el dogma de la Inmaculada Concepción en contradicción con el pensamiento del profesor que seguía en este punto la tesis de Santo Tomás de Aquino, fray Lagrange fue excluido del aula y castigado a vivir a pan y agua el 14 de mayo de 1881.

Sin embargo, el pensamiento del Doctor Angélico comentado por Cayetano construirá la estructura teológica de fray Lagrange y en Jerusalén fundará no solamente la Escuela bíblica sino también una escuela de teología tomista siendo fiel a la enseñanza recibida en el seminario de Issy-les-Moulineaux con los padres de San Sulpicio y en Salamanca con los profesores de la provincia de Toulouse.

Fray Lagrange sabía trabajar solo de manera autodidacta como lo hizo para aprender las lenguas orientales durante su vida exceptuando el año y medio pasado en Viena antes de fundar en Jerusalén. Ningún profesor en particular parece haber influido fuertemente en su filosofía y en su teología. Trabajaba  rápidamente, consultando los textos originales, fuentes de primera mano. En su Diario escrito en Salamanca el 14 de mayo plasma su renuncia a una carrera intelectual en la Iglesia y en la provincia de Toulouse : “Al dejar el mundo sabía que no encontraría profesores del mismo nivel. Al dejar el seminario de San Sulpicio y al escoger la provincia de Toulouse, renuncié también a la ciencia humana, según creo.”

Pero fray Lagrange citará a sus profesores que le pusieron en el buen camino de la santidad con actos de piedad filial como son las dedicatorias de sus futuros libros de exégesis en los que agradece la influencia decisiva de sus formadores en su vida espiritual.

También hace memoria del padre Cormier, prior provincial de Toulouse durante su estancia en Salamanca y futuro maestro de la Orden de predicadores, que dio un gran impulso misionero y espiritual a los frailes exiliados en España, exhortándoles al sacrificio y a la conquista de las almas. La misión de Brasil nació en los corazones de los frailes franceses que vivían momentos austeros en Salamanca : Gilles Vilanova, Dominique Carrerot …

Santa Teresa comunicaba el fuego del amor de Dios y “bastaba poner algunos granos para que el incienso de la oración subiese a Dios” (padre Cormier[4]).

Para fray Lagrange, “la santidad es la vida de Dios en el alma, vida oculta, “Dios que se esconde”(Is 45,15)[5]; la santidad crece interiormente con pequeñas acciones hechas con gran amor. La lectura de esta experiencia espiritual la hace con la Biblia, su pasión : ” Toda la gloria de la Hija del Rey proviene de su interior” (Ps 45, 14). Su santidad está enraizada en Jesús, “la raíz de la santidad”. Santidad cristológica, siguiendo la enseñanza de Santo Tomás de Aquino y de Santa Teresa de Ávila que le conducen al misterio de la Encarnación, fundamento de la devoción a María Inmaculada.

Fray Lagrange sitúa a la Virgen María en relación con las tres personas de la Trinidad : “Hija del Padre celestial, amada del Espíritu Santo, madre y amiga de Nuestro Señor Jesús, la compañera de sus alegrías y de sus dolores.[6]

La santidad de fray Lagrange une el oratorio y el laboratorio, la fe y la ciencia : “No tengo que escoger entre la santificación y la ciencia, entre la vida monástica o el amor de las almas; al contrario, me santificaré por la ciencia y me prepararé para salvar las almas por la perfección del espíritu monástico.[7]

Dominico con vida comunitaria, lugar de la caridad, ve en cada fraile la presencia de Jesús que compara a la Hostia consagrada en misa, pero de manera diferente[8]. En realidad, todo se convierte en sacramento de Jesucristo : “Jesucristo en la oración, Jesucristo en mis hermanos, Jesucristo en la Escritura y en el estudio, Jesucristo en mí, Jesucristo en todos los sitios, y siempre por María.[9]” A la Virgen Inmaculada no solo le pide que le dé Jesús sino que también le de a Jesús[10].

Ordenado diácono en Salamanca, fray Lagrange recibió la ordenación presbiteral en Zamora el 22 de diciembre del mismo año 1883 por Mgr Thomas Ballesta y celebró su primera misa en el altar de Nuestra Señora del Rosario del convento San Esteban de Salamanca al día siguiente, el domingo 23 de diciembre, en presencia de su madre y de su hermana Teresa.

Gracias a sus conocimientos de la lengua castellana, el padre Lagrange confiesa en Salamanca y compara con humor a los españoles con los exégetas : “Empiezan diciendo que no hay nada grave pero …”.

La pasión por la Palabra de Dios

La filosofía modernista reducía la Biblia a un simple texto del patrimonio literario de la humanidad sin ninguna faceta sobrenatural. El padre Lagrange escribió en el primer número de la Revue biblique siempre con gran visión del futuro y de la Tradición : “La Santa Escritura, substancia divina, maná de la inteligencia, en su dogma y en su moral, en sus consejos practicados por los religiosos, y por consiguiente, conocidos en su sabor íntimo, es verdaderamente para la Iglesia católica, después de la Eucaristía, el Verbo de Dios que nutre.[11]” Esto nos hace pensar evidentemente en la sacramentalidad de la Palabra de Dios[12] descrita en la Exhortación apostólica post-sinodal Verbum Domini del Papa emérito Benedicto XVI.

En sus estudios, el padre Lagrange trabajará para mostrar cómo la Biblia tiene al Espíritu Santo por autor utilizando al mismo tiempo la mediación de las culturas y de la lenguas del pueblo de Israel. Por esta razón, consagra su tiempo a aprender las lenguas antiguas -hebreo, griego, arameo, latín, árabe, egipcio-, y las lenguas modernas (alemán, inglés, italiano, español).

“La Palabra se ha hecho carne en las palabras”, decía el teólogo español Cabodevilla[13]. La Encarnación del Verbo se manifiesta en el lenguaje humano que el Hijo de Dios asimila y une a la sabiduría de Dios como un medio indispensable de comunicación humana y divina. La Biblia es cien por cien humana y cien por cien divina como Jesucristo es cien por cien Dios y cien por cien hombre.

El padre Lagrange en vez de huir de la crítica científica responderá a la crítica con la crítica. Conocía la exégesis alemana y los filósofos racionalistas. En sus cursos establece un diálogo crítico con los exégetas racionalistas como Alfred Loisy (1857-1940), influido por la filosofía modernista. Como su gran maestro Santo Tomás de Aquino, no critica nunca a las personas sino que demuestra el error de sus ideas.

La papa Francisco exhorta a la Iglesia a “primerear”[14], es decir, a innovar. El padre Lagrange es un pionero de la exégesis científica. Saca del tesoro de la Escritura “lo nuevo y lo antiguo”[15], requisito para ser un buen profesor, discípulo de Jesús.

El escritor italiano Giovanni Papini criticaba a los tomistas por “haber parado el reloj de la historia en el siglo XIII”. Esto no es verdad en el caso del padre Lagrange que pedía a su frailes de la Provincia de Toulouse ser “neo-tomistas” y no “paleo-tomistas”[16]. La teología de Santo Tomás representa una base sólida para el padre Lagrange y en particular para los estudios bíblicos : “Demasiado a menudo los teólogos han considerado la exégesis y la historia como rivales inoportunas, sin darse cuenta de que al eliminarlas destruían su propia base.[17]

El padre Lagrange tenía una visión dinámica y progresiva de la historia y de la exégesis. Seguía en este aspecto a San Vicente de Lérins en su teología del desarrollo del conocimiento de Dios expresado en los dogmas. Los dogmas no cambian pero hay una maduración y un progreso comparable al grano de trigo que se convierte en espiga o al niño que llega a la edad adulta. El Papa Francisco ha citado recientemente a San Vicente de Lerins en su Constitución apostólica “Veritatis Gaudium” sobre las universidades y facultades eclesiásticas en fecha del 27 de diciembre de 2017: “El teólogo que se contenta con un pensamiento completo y acabado es un mediocre. El buen teólogo y filósofo tiene un pensamiento abierto, es decir, incompleto, siempre abierto al maius de Dios y de la verdad, siempre en desarrollo, según la ley descrita por San Vicente de Lerins : “annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate” (Commonitorium primum, 23; PL 50, 668)[18].” La verdad se consolida con los años; se desarrolla en el tiempo, haciéndose más profunda con la edad.

De manera poética, Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de literatura en 1956, escribía : “Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen[19]”. El cristiano no se contenta con recibir y repetir; su vida espiritual no es un simple molde.

El padre Lagrange fue un innovador en la exégesis y sufrió incomprensiones y prohibiciones. Empezó comentado al Antiguo Testamento pero su hermoso y rico comentario del diluvio que figuraba como artículo tipografiado para la Revue biblique[20] se quedó en las cajas de cartón. Por lo que decidió pasar al Nuevo Testamento comentado al Evangelio según San Marcos.

La obra de Dios se desenvuelve en medio de contradicciones

Merece la pena recordar el contexto histórico de la catequesis en tiempos del padre Lagrange : “El chiquillo de París que recitaba su catecismo tenía que decir que le mundo había sido creado cuatro mil años antes de Jesucristo, sabiendo por lo que estudiaba en la escuela primaria que esto no era así[21].” Jacques Maritain, filósofo tomista, embajador de Francia en la Santa Sede, encontraba que los manuales de teología de esta época eran “una piadosa falta de respeto a la inteligencia[22].”

Las dificultades del padre Lagrange alcanzaron su punto máximo en el año 1912, año terrible, en el que tuvo que dejar Jerusalén. Una nota de la Congregación Consistorial pedía que se retirasen de los seminarios los libros de varios exégetas entre los cuales figuraba el padre Lagrange, sin dar explicaciones sobre esta condena.

Fray Agustín Laffay ha descubierto en los archivos del santo Papa Pío X una carta fechada el día 10 de junio de 1911[23]en la que el padre Louis Heidet, denunciaba de manera general al padre Lagrange sin citar el mínimo texto del fundador de la Escuela bíblica que publicaba sus enseñanzas en libros y artículos de la Revue biblique. Estamos ante de un acto de difamación y de calumnia que hacía del padre Lagrange un racionalista e hipócrita. Tenemos que recordar que ningún escrito ni ninguna conducta moral del padre Lagrange han sido condenados por las autoridades de la Iglesia.

En el mes de julio de 1913, diez meses después de su exilio, el padre Lagrange recibió la autorización de volver a Jerusalén sin ninguna explicación. Podemos alegrarnos de la desaparición progresiva de este tipo de métodos en la Iglesia.

Sus ideas desarrolladas en su obra, compendio de conferencias en Toulouse, “La méthode historique” (1903), en sus artículos y libros acabaron por llegar a la enseñanza oficial de la Iglesia en la encíclica Divino Afflante Spiritu del Papa Pío XII y en Dei Verbum (1965) del concilio Vaticano II.

Una interpretación científica de la historia

El filósofo español Ortega y Gasset veía en el historiador “un profeta al revés”[24]. El profeta anuncia la voluntad de Dios para el futuro de su pueblo. El historiador examina y explica el pasado. Esta tarea de historiador lleva consigo elementos misteriosos e incluso visionarios.

“La historia se hace con documentos y monumentos”, afirmaba el padre Lagrange en Tierra Santa. El historiador examina los manuscritos, los vestigios arqueológicos, las epigrafías y los monumentos. Se le puede comparar a un submarinista que intenta reconstruir el pasado de un buque que naufragó hace tiempo y que habla únicamente por sus restos enterrados en la arena de los fondos marinos. Cada objeto despierta la imaginación haciendo pensar  en lo que los marineros vivían cotidianamente antes de perder la vida en la tempestad. Pero la imaginación y los sueños del historiador están sometidos a la verificación de la razón y de los criterios científicos de verificación histórica. El historiador mira los acontecimientos pasados desde su problemática y cultura. La ciencia histórica interpela los métodos del estudio.

El padre Lagrange ha sido un historiador científico de la Biblia. Había constatado que “todo lo que parece ser historia no lo es necesariamente”. Su método histórico-crítico situaba los textos y los personajes en su contexto histórico teniendo en cuenta los géneros literarios y la manera de hacer historia en la Antigüedad que difiere del análisis histórico moderno. Sus conferencias dadas en Toulouse sobre el método histórico figuran como un mojón en la ruta de la exégesis. Pero este análisis riguroso iba acompañado en las presentaciones del padre Lagrange por los comentarios de los Padres de la Iglesia que utilizaban el sentido espiritual de la Escritura. La exégesis está al servicio de la teología. La Biblia recibe también la luz de la Tradición, es decir, de los comentarios bíblicos de los santos y doctores de la Iglesia sin olvidar la contribución del Magisterio guiado por el Espíritu Santo.

El padre Lagrange fue considerado en su tiempo como un pionero audaz; algunos le encontraban incluso progresista. Llama la atención el gran número de citas de sus obras en la exégesis y en la teología contemporáneas. Es citado como una referencia exegética segura, revestido de autoridad, lo opuesto de las sospechas del año 1912.

La dimensión sacramental de la Palabra de Dios

En su primer número de la Revue biblique en 1892, el padre Lagrange realzaba  la dimensión sacramental de la Biblia : ”Me atrevería a decir que la Santa Escritura es como los sacramentos, algo santo.[25]

La liturgia, despliegue de la pedagogía de la Iglesia, llevaba a los celebrantes a la experiencia de la presencia y de la acción divinas : “Me gusta escuchar el Evangelio cantado por el diácono en el ambón, rodeado de una nube de incienso: entonces las palabras penetran más profundamente en mi alma que cuando las encuentro en un debate de revista[26].”

La finalidad del trabajo arduo y fiel del padre Lagrange fue siempre muy clara: defender la dimensión sobrenatural de la Biblia y su inspiración por el Espíritu Santo : “La Biblia es un libro inspirado. El hombre ha colaborado en esa obra pero su autor es Dios y su interpretación pertenece a la Iglesia. Desde los primeros siglos, se la consideró como un depósito sagrado; durante la persecución de Diocleciano, los cristianos murieron para no dejarla en manos de los infieles, lo que hubiera sido según las palabras  del Libro santo “echar las  perlas a los cerdos”. Pintada en oro y plata con fondo de púrpura, la Biblia constituía el mayor tesoro de las bibliotecas monásticas. Santo Domingo, al meditarla, mojaba con sus lágrimas las páginas divinas[27].”

Por esta razón, Jean Guitton, filósofo católico invitado por el Papa Pablo VI al Concilio Vaticano II, antiguo alumno del padre Lagrange en Jerusalén, deseaba profundamente verle en los altares, para que el hombre contemporáneo no considere la Biblia como un libro más del patrimonio literario mundial sino Palabra de Dios y revelación de la voluntad de Dios a los hombres.

Preocupado por ofrecer al gran público[28] el resultado de sus estudios, el padre Lagrange escribió en 1928 su libro más conocido “El Evangelio de Jesucristo” y lo dedicó la papa León XIII, gran apóstol del rosario.

Testimonios en favor del padre Lagrange

Muchos son los testimonios en favor del padre Lagrange; merecen ser citados particularmente varios Papas[29]. León XIII (+20 de julio de 1903) figura en la historia de la Iglesia como un gran promotor de los estudios bíblicos. Había previsto hacer de la Revue biblique el órgano oficial de la Comisión bíblica fundada por él mismo. También aprobó la fundación de la Escuela bíblica de Jerusalén. Pío XI (+1939) fue un fiel abonado de la Revue biblique.

El bienaventurado Papa Pablo VI ensalzó la obra del padre Lagrange en su discurso a los miembros de la Comisión bíblica pontificia el 14 de marzo de 1974 : “ Vamos a seguir los pasos de un gran maestro de la exégesis, un hombre en el que han brillado de manera excepcional la sagacidad crítica, la fe y el amor fiel a la Iglesia, con la finalidad de evitar la pistas erróneas en las que podemos caer : queremos hablar del padre Lagrange[30].”

El santo Papa Juan-Pablo II subrayó el discernimiento del padre Lagrange en los momentos de crisis : “ Algunos, con el deseo de defender la fe, han pensado necesario rechazar las conclusiones históricas, seriamente establecidas. Tomaron una decisión precipitada y desgraciada. La obra de un pionero como el padre Lagrange consistió en operar los discernimientos necesarios con bases seguras[31].”

Los Maestros de la Orden de predicadores han apoyado al padre Lagrange en su misión[32]. Cuando el padre Lagrange vivió “su éxodo” al Padre el 10 de marzo de 1938, el maestro de la Orden, fray Martin-Stanislas Gillet, envió una carta emocionante y vigorosa a toda la Orden, mostrando su trayectoria intelectual y espiritual : “Todo el mundo sabe que fue un exégeta incomparable, un sabio de una gran cultura, un espíritu sutil, un trabajador apasionado, pero la mayoría ignora que fue también y al mismo tiempo durante toda su vida un santo religioso[33].”

Más recientemente, el cardenal Carlo María Martini, jesuita, antiguo Rector del Instituto bíblico de Roma, arzobispo emérito de Milán, ha manifestado su agradecimiento al padre Lagrange cuya “oración era fuego” : “Estimo que el padre Lagrange puede ser considerado como el pionero del renacimiento católico de los estudios bíblicos. El ver que en los comienzos de esta renovación hubo un santo nos anima a vivir estos estudios con la actitud de San Jerónimo y otros exégetas que han buscado el rostro de Dios en las Escrituras[34].”

Entre los alumnos célebres del padre Lagrange figuran el cardenal Eugène Tisserant y Jean Guitton que expresaron su agradecimiento al maestro de la Escuela bíblica.

La influencia espiritual del padre Lagrange

Además del impacto causado por su exégesis, el padre Lagrange ha influido en su entorno por su ejemplo cotidiano de vida de oración, de ascesis en el estudio, magnanimidad en los conflictos, de humildad y de fidelidad… En el convento de San Esteban de Jerusalén, el padre Lagrange rezaba todas las tardes el rosario de rodillas rodeado del gran silencio de la basílica, lo que impresionaba a sus frailes.

Conviene citar el testimonio de un dominico español, antiguo alumno, fray Vicente Berecíbar : “ El Maestro venerado subió al Cielo le día 10 de marzo de 1938, dejándonos como un nuevo Elías, la rica herencia del maravilloso manto de sus obras y de su espíritu[35]”; también hay que recordar al poeta francés Paul Claudel, que a pesar de sus comentarios bíblicos lejos de la exégesis literal, comparaba al padre Lagrange con Nehemías restaurando los muros de Jerusalén al retorno del exilio, con la ayuda del sumo sacerdote Elyashiv[36].

Hace tres años, en 2015, el periódico italiano l’Avvenire llamaba al padre Lagrange “el místico de la Biblia”[37] al presentar la edición del “Journal spirituel inédit”[38] (Diario espiritual inédito). Hombre completo, el padre Lagrange reunía de forma armónica en su persona la exégesis y la teología, la predicación y la enseñanza, la mística y la moral.

El 18 de octubre del 2015 tuvo lugar en Roma la canonización de los padres de Santa Teresita del Niño Jesús de la que habla en su Diario el padre Lagrange confiándole al mismo tiempo sus intenciones de oración[39] : “ He leído la vida de Santa Teresa de Lisieux por ella misma. La primera impresión es rara. Habla tanto de ella, de sus gustos, de los signos que ha pedido y obtenido, de su santidad … con tantos detalles y adornos … tan lejos de San Agustín o de Santa Teresa de Ávila … Pero el sentido de todo esto reside en la frase “ama et fac quod vis” (“Ama y haz lo que quieras”, de San Agustín). En la inmensa claridad de amor divino en la que vivía, se consideraba tan poca cosa que podía hablar de ella misma sin el menor amor propio. Admirable lección que nos da, más que ningún otro santo, con un abandono de niña mimada…[40].

Conclusión

El padre Lagrange ha vivido de manera ejemplar su vocación dominicana, como discípulo-misionero de Jesucristo, según la expresión de nuestro Papa Francisco. Contemplativo y apostólico, el padre Lagrange ha vivido siempre en comunidad, amando a sus frailes, colegas y alumnos. Su búsqueda de la santidad ha embellecido a la humanidad y a la Iglesia. Para él, enseñar quería decir amar y amar quería decir vivir de Dios, con Dios y para Dios.

El padre Lagrange vivió la caridad y la misericordia buscando la luz en la Biblia y transmitiéndola a las personas atormentadas por las críticas del modernismo que hacían dudar de la realidad y del valor del Evangelio.

Su santidad aparece en el don de la inteligencia de la fe en Jesucristo a todos los que buscan a Dios, a sus contemporáneos y a los que le leen hoy.

San Anselmo (1033-1109) hablaba de “la fe que quiere comprender”. El apóstol san Pedro exhorta a los cristianos en su epístola a dar “testimonio de su esperanza[41]”. La epístola a los Hebreos nos dice que la fe es en cierta manera “la posesión de los bienes esperados y el conocimiento de la realidad que no se ve todavía” (cf. Hb 11,1). San Agustín y Santo Tomás de Aquino enseñaban que la fe hace vivir en nosotros los bienes espirituales esperados creando una relación personal con Dios, primicias de la bienaventuranza futura. El padre Lagrange ha transmitido y continúa haciéndolo por sus escritos y por su intercesión este primer sabor de la vida eterna que le hombre recibe al creer en la Palabra hecha carne, en Jesucristo muerto y resucitado.

Compartiendo la pedagogía de Jesús, el padre Lagrange ha enseñado viviendo  la vida común, cantando el oficio divino, enseñando primero con el ejemplo y después por la palabra. Es importante señalar este tipo de transmisión en una sociedad que está cambiando de paradigma pasando de una transmisión del saber en relaciones humanas de proximidad, “de persona a persona”, a un aprendizaje de conocimientos por Internet[42].

El padre Lagrange contribuye a la Nueva Evangelización por su nuevo ardor, su nuevos métodos de trabajo y su nuevo lenguaje, criterios designados por el santo Papa Juan-Pablo II.

¿Qué quedará de su obra? En 1928, el padre Lagrange escribía al padre Vosté : “Después de mi muerte quizás se reconozcan con justicia no mis libros escritos rápidamente, sino el impulso dado.[43]”Este impulso de la fe y del amor, recibido del Espíritu Santo, es lo que no pasará nunca (cf. 1 Cor 13,8).

Su causa de beatificación sigue su curso. Se necesita un milagro. El proceso diocesano llevado a cabo por la diócesis de Frejus-Toulon ha sido aprobado. La Iglesia reconoce al padre Lagrange, siervo de Dios.

Podemos confiarle nuestras intenciones de oración, penas y proyectos, para recibir la gracia de Dios por su intercesión.

Contacto : l’Association des amis du père Lagrange :http://www.mj-lagrange.org/
Facebook : Marie-Joseph Lagrange, dominicain

 

[1]Le père Lagrange au service de la Bible. Souvenirs personnels. Préface de P. Benoît, o.p. directeur de l’École biblique de Jérusalem, Paris, Cerf, 1967 ; Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel 1879-1932, avant-propos de Fr. Manuel Rivero O.P. Paris, Cerf. 2014.

[2] Marie-Joseph Lagrange, O.P. L’Écriture en Église, choix de portraits et d’exégèse spirituelle (1890-1937), présentation par M. Gilbert, S.J. Paris, 1990. Souvenirs de Salamanque pp. 86-99.

[3] Fray Lagrange describe don delicadeza y humor las clases de hebreo en la universidad de Salamanca con pedagogía insuficientemente adaptada a la materia y sin los manuales necesarios. Cf. Lettre du père Lagrange au directeur de l’Institut catholique de Toulouse, Bulletin de littérature ecclésiastique, n°1, janvier 1899. PP. 283-285.

[4] Marie-Joseph Lagrange, O.P. L’Écriture en Église, choix de portraits et d’exégèse spirituelle (18890-1937), présentation par M. Gilbert, S.J. Paris, 1990. Souvenirs de Salamanque. P. 91.

[5] Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel 1879-1932, avant-propos de Fr. Manuel Rivero O.P. Paris, Cerf. 2014. P. 100. Salamanque le 10 novembre 1880.

[6] Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel 1879-1932, avant-propos de Fr. Manuel Rivero O.P. Paris, Cerf. 2014. P. 133. Salamanca 3 de abril de 1881.

[7] Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel 1879-1932, avant-propos de Fr. Manuel Rivero O.P. Paris, Cerf. 2014. P. 175. Salamanca, 3 de junio de 1882.

[8] Cf. Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel 1879-1932, avant-propos de Fr. Manuel Rivero O.P. Paris, Cerf. 2014. P. 189 Salamanca 28 de septiembre de 1882.

[9] Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel 1879-1932, avant-propos de Fr. Manuel Rivero O.P. Paris, Cerf. 2014. P. 191. Salamanca. 30 de septiembre de 1882.

[10] Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel 1879-1932, avant-propos de Fr. Manuel Rivero O.P. Paris, Cerf. 2014. P. 130. Salamanca 25 de marzo de 1881.

[11] Revue bilbique, janvier 1892, p. 8.

[12] Benoît XVI, La Parole du Seigneur, Verbum Domini, Exhortation apostolique, Paris, Bayard, Cerf, 2010.  Voir le n°56 sur la sacramentalité de la Parole.

[13] J.M. Cabodevilla, Palabras son amores. Límites y horizontes del dialogo humano, Madrid, BAC, 1980, p. 251.

[14] Papa Francisco, Exhortación apostólica « La alegría del Evangelio”, 2013, n°24.

[15] Cf. Mt. 13,52.

[16] Montagnes, Bernard, « Le thomisme du père Lagrange », in Ordo sapientiae et amoris. Hommage au professeur Jean-Pierre Torrell, o.p. Fribourg (Suisse), 1993, pp. 487-508.

[17] P. Lagrange. RB (Revue biblique), 1903, p. 299.

[18] Papa Francisco. Discurs a la Comunidad de la Universidad pontificia Gregoriana y a los miembros del Instituto bíblico del Instituto oriental ponitificio, 10 abril 2014, AAS 106 (2014), 374.

[19] Juan Ramón Jiménez, Diario de poeta y mar. Buenos Aires. Editorial Losada. 1957. p. 14. Poema escrito en Madrid, 17 de enero 1916.

[20] Fr. Marie-Joseph Lagrange, Le Déluge, pp. 109-138. Jérusalem, le 25 février 1899. Es una pena que est artículo no haya sido publicado y comentado ya que representa un ejemplo de la manera de hacer exégesis científica, teológica y espiritual en los comienzos de la exégesis crítica catôlica del siglo XIX.

[21] Ch. Théobald dans « L’exégèse catholique au moment de la crise moderniste », in Le monde contemporain et la Bible, Éditions Beauchesne, 1985, p. 388.

[22] Jean-Michel Poffet, L’écriture de l’histoire : du P. Lagrange à Paul Ricœur. P. 5. In Cahiers de la Revue biblique 65. « La Bible : Le Livre et l’Histoire », Actes du Colloque de l’École biblique de Jérusalem et de l’Institut catholique de Toulouse (nov. 2005) pour le 150e anniversaire de la naissance du P. M.-J. Lagrange O.P. sous la direction de J.-M.Poffet, O.P., directeur de l’École biblique de Jérusalem, Paris, Gabalda, 2006.

[23] Bernard Montagnes, Lagrange dénoncé à Pie X en 1911, in Archivum fratrum praedicatorum, vol LXXVI, Istituto Storico Domenicano, Roma, p. 217-239.

[24] Cf. Los Dominicos y el Nuevo Mundo siglos XIX-XX. Actas del V° Congreso Internacional Querétaro, Qro. (México) 4-8 septiembre 1995, José Barrado Barquilla, OP., Santiago Rodriguez, OP., (Coordinadores), Salamanca, Editorial San Esteban, 1997, Discours inaugural prononcé par le Dr. D. Enrique García Burgos, Gouverneur de l’État de Querétaro, le 4 de septembre 1995, PP. 21-22.

[25] RB, 1892, p. 2.

[26] RB, 1892, p. 2.

[27] RB, 1892, p.1-2.

[28] LAGRANGE, (Marie-Joseph), L’Évangile de Jésus-Christ, avec la synopse évangélique traduite par le frère Lavergne O.P., Préface de Jean-Michel Poffet, O.P. et présentation de Manuel Rivero O.P, Paris, Arège/Lethielleux. 2017. Avant-propos du père Lagrange.

[29] Bernard Montagnes, Les papes du père Lagrange, in La Revue du Rosaire, décembre 2007 (n°196) et janvier 2008 (n°197).

[30] Paul VI, Discours aux membres de la Commission biblique pontificale, le 14 mars 1974, Osservatore Romano, édition française du 22 mars 1974.

[31] Jean-Paul II, Discours aux membres de l’Académie pontificale des sciences, 31 octobre 1992.

[32] Bernard Montagnes, Les maîtres généraux du père Lagrange, in La Revue du Rosaire,  juin 2008 (n°202) et juillet-août 2008 (n°203).

[33] Lettre du Maître de l’Ordre Martin (Stanislas) Gillet, O.P., New York, le 28 mars 1938. Aux T.R.PP. provinciaux, maîtres en sacrée théologie, prédicateurs généraux, prieurs, pères et frères de notre Ordre (Analecta S.O. Fratrum Praedicatorum, 46, (1938), pp. 414-420). Il était demandé de la lire au réfectoire de tous les couvents.

[34] Carta del cardinal Martini a fray Manuel Rivero en favor de la beatificación del padre Lagrange, Jérusalem, 22 juillet 2007.

[35]Fr. Vicente Berecibar, El Padre Lagrange, Ciencia Tomista, Salamanca, n° 171-172, vol. 57, p. 183. Artículo escrito en Salamanca el 2 julio de 1938.

[36] Paul Claudel, Introduction au livre de Ruth. Texte intégral de l’ouvrage de l’abbé Tardif de Moidrey, DDB, 1938, p. 23-24.

[37] L’Avvenire, 7 mars 2015, « Lagrange, il mistico della Bibbia », p. 22.

[38] Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel (1879-1932), Paris, Cerf, 2014.

[39] [39] Marie-Joseph Lagrange, Journal spirituel, Paris, Cerf, 2014, p. 427 : « Bienheureuse Thérèse de l’Enfant-Jésus, je vous recommande instamment cette bonne Madame Cauvin … Vous voulez passer votre ciel à faire du bien : assistez cette pauvre femme, si abandonnée … » (30 septembre 1924. Saint Jérôme).

[40] L’Avvenire, 7 mars 2015, « Lagrange, il mistico della Bibbia », p. 22.

[41] Épître de saint Jacques 1, 22. Traduction de la Bible de Jérusalem.

[42] C. Vermersch, Dominique, La raison prodigue. Revisiter la mission éducative et universitaire. Paris. Éditions Emmanuel, 2018, p. 16.

[43] Lettres du P. Lagrange à Mgr de Solages (1925-1937), Bulletin de littérature ecclésiastique, avril-juin 1990, XCI, 2, p. 85).